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Columna 2 | 14/08/2018

Los dos enemigos

Dos son los adversarios capaces de hacer temblar al MAS. Del primero, el más grande y el más fuerte, cabe que ni se haya anoticiado, o que prefiera ignorarlo, porque el mayor enemigo del MAS es el MAS.

De su vientre y su boca han nacido las peores calamidades, los enredos y las heridas que no curan. Ningún ajeno induce u obliga que el MAS se deslice hacia estos con nombre de caudillismo, patrimonialismo o impunidad que impregnan sus prácticas. En sus profundidades se gestó el proyecto de la nueva reelección, igual que desconocer la voluntad soberana y la Constitución. O la pervertida idea de lealtad que lleva a garantizar inmovilidad, ascenso e impunidad para los que cometen delitos “por la corona” (robo para la corona, dijo un ministro argentino, cuando fue sorprendido in fraganti desviando recursos públicos).

Su segundo enemigo –y a éste sí lo identifica bien el régimen– es la protesta espontánea de los ciudadanos ante los abusos; esas movilizaciones, sin patrones ni mordazas, que comúnmente se denominan movimientos sociales.

No hablo de organizaciones sociales, cuyas cúpulas están rigurosamente controladas y secuestradas por el régimen. Esas direcciones, empotradas ahora en las entrañas del Estado, le garantizan al poder una gobernabilidad basada en el amansamiento de sus bases mediante una obrilla aquí, la satisfacción de una reivindicación acá; siempre bajo un ajustado esquema de recompensas, privilegios y cargos públicos para la dirigencia.


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