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Columna 3 | 14/08/2018

Evo o el fin del mundo

A Evo Morales le garantizan al poder una gobernabilidad basada en el amansamiento de sus bases mediante una obrilla aquí, la satisfacción de una reivindicación acá; siempre bajo un ajustado esquema de recompensas, privilegios y cargos públicos para la dirigencia masista.

El 21F es una expresión que nació como votación mayoritaria, se convirtió luego en demanda de respeto a la Constitución y a la democracia. Explotó, más tarde, como protesta frente al anticonstitucional fallo de los empleados del régimen en el TCP y se ha convertido, y madurado, durante las últimas semanas, en M21; es decir, un movimiento social que ha llegado convertirse en la mayor pesadilla de un régimen atrapado en los enredos de su codicia, de su incapacidad para enfrentar los mayores problemas del país, pese a su larga estadía el mando.

El inepto, de yapa, para superar el mismo programa que ensayamos desde que, en 1942, el consultor estadounidense Merwin Bohan, traído por su embajada, nos lo recomendara: colonización de las tierras bajas, sustitución de importaciones, industrialización al estilo del siglo anterior, etcétera.

Eso hacemos, de una y otra manera, con más Estado algunas veces, con más mercado en otras, y eso es lo que propone el MAS para reelegir a su jefe; eso sí, con mucha más deuda, dependencia, destrucción natural y atropello a las libertades, la Constitución y la democracia; todo bajo el nombre de “agenda 2025”.

La maduración del 21F (voto, protesta, movilización) en movimiento social (M21) lo enfrenta con sus posibilidades y límites. Su mayor posibilidad consiste en afianzarse, extenderse, enfrentar las campañas de miedo e intimidación que el régimen ensaya para contenerlo y disolverlo; si crece y madura lo suficiente puede desbaratar el plan continuista, y el afianzamiento de las prácticas antidemócraticas.

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